se remedio que arreglárnoslas solos hasta que Patrizia pudiera recuperarse. La pulmonía que había cogido Patrizia no hizo más que ahondar la sensación de soledad y de fracaso que en nosotros había producido aquel viaje. En los días siguientes la fiebre fue descendiendo con una lentitud desesperante. El tiempo quedó borrascoso y frío. Tú, Francesca, intensificaste los ensayos de aquellas melodías que, con la lluvia encharcando el jardín, yo ya no podía rehuir. Todo en aquella atmósfera parecía