de aquella canción... Él se había puesto furioso y había preguntado con insidiosa curiosidad: «¿Quién de los dos le gustaba al francés?» Sacudió la cabeza para ahuyentar el recuerdo como se ahuyenta un insecto molesto. Luego se levantó y fue hacia la ventana sin dejar la copa; su mano acariciaba la suave redondez del cristal caliente. Ya no nevaba. El cielo estaba negro y los árboles fosforecían cubiertos por la nieve caída. Julián corrió las cortinas y el salón