, dejandose besuquear, contempló la panoplia con sables y las cristaleras de colores. Después ella le tomó de la mano, dijo ya sabes lo que ha dicho el médico, que debes guardar cama una temporadita, y echó a andar despacio por el pasillo larguísimo. Miguel miraba las habitaciones que iban dejando a ambos lados y era como si ante sus ojos alguien pasara con rapidez las páginas de un libro mágico. En una habitación alcanzó a ver una talla de una virgen