de recordarle que debía guardar reposo. A cualquier hora del día, tanto de la mañana como de la noche, podía recorrer la casa en secreto, acercarse al balcón para espiar a la abuela, descubrir rincones desconocidos o acudir a la Zona Deshabitada para dar de comer a Capitán Flint. Había bautizado de esta forma a su loro porque, el día en que iba a empezar a enseñarle las primeras palabras, él le había contemplado con una mirada afectuosa y