me --pasaba el día entero repitiendome a mí misma lo que te diría-- y al verte de pronto, no podía expresarlo y en la noche lloraba agotada sobre la almohada, me mordía las manos: "Mañana no acudirá a la cita, mañana seguro no vendrá. Qué interés puede tener en mí" y a la tarde siguiente, allí estaba yo frente al mármol de mi mesa redonda, entre la mesa de un español que miraba también hacia la