seme que Dieguito era su ahijado, el hijo que jamás tendría. Ese día hizo un frío atroz o a lo mejor yo lo traía adentro. Tú estabas ausente, ni una sola vez me dirigíste la palabra, ni siquiera te moviste cuando te tomé del brazo. Regalé la cuna a la concierge, le pasé todo lo de Dieguito; pensé que si se lo daba a ella podría tal vez pedírselo prestado más tarde, si acaso teníamos otro hijo