. Pero nunca había llegado hasta el torrente de noche. Nunca hasta hace muy poco, hasta la noche de la tormenta. Pero también a la luz del día me daba espanto. Una mañana fui hacia allí sin que ella me acompañase. Lo contemplé desde arriba. Arranqué unas flores del suelo. Las arrojé. Ordené a mis piernas que avanzasen. Los pies se me clavaron al suelo y las piernas temblaron y entre las lágrimas vi cómo el agua se llevaba las